Muy buenas tardes a todos, amiguitos, y bienvenidos. No. No es que mis vacaciones hayan durado cinco semanas, pero, desde principios de Septiembre llevo, cual nuevo Doctor Jones, detrás de una pista histórica inédita, y hoy, finalmente, puedo sacar a luz, para gran regocijo de los justos, y temor de los malvados la confirmación inequívoca de que una de esas grandes mentiras que durante décadas (o siglos), los nacional-Socialistas catalanes han utilizado para justificar sus políticas es total, absoluta e inequívocamente falsa. Y no os penséis que es un cuentecito menor, como la historia del corpus y los segadores, no, colegas, hoy, el golpe va directo a la línea de flotación, a su gran mito-dios-padre de la patria. Amigos hoy afirmo: Wifredo jamás recibió su escudo de manos del emperador. Este, jamás manchó sus manos en la gloriosa herida del patriarca para pintar su blasón, y jamás, con ese gesto, le nombró, de facto, conde independiente de Barcelona (si me apuráis, igual, ni siquiera era tan peludo).
La historia de Wifredo el Velloso, no solo es falsa, sino que además es una copia calcada de una historia aragonesa anterior, la cual, sí, da origen a las barras de Aragón, y por lo tanto, a las de Cataluña, de las que proceden. Si amigos. Así es, ni las barras rojas son originarias del condado de Barcelona, ni son originales, ni la historia de su fundación es cierta, si no una copia calcada de la gesta de una familia, los Jordán de Urriés, cuya memoria e historia reivindico en este post.