Gelre_Folio_62r

Muy buenas tardes a todos, amiguitos, y bienvenidos. No. No es que mis vacaciones hayan durado cinco semanas, pero, desde principios de Septiembre llevo, cual nuevo Doctor Jones, detrás de una pista histórica inédita, y hoy, finalmente, puedo sacar a luz, para gran regocijo de los justos, y temor de los malvados la confirmación inequívoca de que una de esas grandes mentiras que durante décadas (o siglos), los nacional-Socialistas catalanes han utilizado para justificar sus políticas es total, absoluta e inequívocamente falsa. Y no os penséis que es un cuentecito menor, como la historia del corpus y los segadores, no, colegas, hoy, el golpe va directo a la línea de flotación, a su gran mito-dios-padre de la patria. Amigos hoy afirmo:  Wifredo jamás recibió su escudo de manos del emperador. Este, jamás manchó sus manos en la gloriosa herida del patriarca para pintar su blasón, y jamás, con ese gesto, le nombró, de facto, conde independiente de Barcelona (si me apuráis, igual, ni siquiera era tan peludo).

 La historia de Wifredo el Velloso, no solo es falsa, sino que además es una copia calcada de una historia aragonesa anterior, la cual, sí, da origen a las barras de Aragón, y por lo tanto, a las de Cataluña, de las que proceden. Si amigos. Así es, ni las barras rojas son originarias del condado de Barcelona, ni son originales, ni la historia de su fundación es cierta, si no una copia calcada de la gesta de una familia, los Jordán de Urriés, cuya memoria e historia reivindico en este post.

La familia Jordán de Urriés es grande y noble, como lo es el corazón de los miembros de esta casa que tengo el placer de conocer,  y que con tanto empeño me han ayudado a recopilar datos y libios, (algunos de ellos ya descatalogados y que solo existen en sus bibliotecas familiares) y tengo a mucha honra poder llamar grandes amigos a algunos de ellos, y hermano a Don Alfonso Jordán de Urriés, que fue quien me puso sobre la pista de todo esto, y sin la ayuda del cual, el mal seguiría siendo más fuerte, y el bien más débil. Sin su empeño, nada de esto habría sido posible.

Comenzamos.. Tras luchar valerosamente en una batalla desconocida (podría haber sido afeitándose en su casa, dado el sobrenombre del tipo) Wifredo el velloso (a partir ahora el Peludo, lo de velloso me parece una cursilería), cae rendido, herido y agotado a los pies del emperador Carlos el calvo. Este, que seguramente sentía una temible envidia del sobrenombre de Wifredo, hace caso omiso al consejo que toda madre nos ha dado alguna vez (no metáis el dedo en la llaaaaga), y no contento con meter uno, introduce en las heridas de Wifredo su mano derecha.  Después, con gesto imperial incluido, arrastra sus cuatro dedos ensangrentados sobre el escudo amarillo de Wifredo, y dibujando cuatro barras le espeta. “Ahí tienes tu escudo”. y así, por la cara, surge Cataluña… Peeeeero es mentira.  Los Nacional –Socialistas que durante décadas llevan gobernando los pagos catalanes, se han emperrado tanto en utilizar esta historia como su mito fundacional, que a día de hoy, no hay nadie en la comunidad autónoma que, por muy burro que sea, no conozca el noble nombre, gestas y hazañas del bueno de Wifredo… La cuestión les viene fenomenal, porque de paso dicen que fueron los aragoneses los que les copiaron el escudo, y que por lo tanto Aragón, Valencia, Baleares, el Rosellón, y no se cuantos lugares más en Sicilia, Calabria y Albania les pertenecen (aún se están riendo los albaneses… ) . Lo que no cuentan es que, aunque existe cierta tradición oral al respecto, no hay ninguna prueba escrita que relate dicha leyenda hasta mediados del siglo XVI, en la “Crónica general de España” de Beuter, y que, no es si no en manos del nacionalismo exaltado de finales del XIX cuando dicha historia se toma como piedra angular para construir el mítico origen de una Catalonia independiente from Spain.  Ergo 1º punto. No existe ninguna referencia escrita que narre la historia de Wifredo el Peludo y la bandera de Cataluña antes del siglo XV-XVI.

Peeeeeero, por si esto fuera poco, aparecen en escena mis queridos Jordán de Urriés. Dicha familia entra en España junto al emperador Carlomagno, siendo Don Recaredo (o Rodrigo) de Urriés, caballero y comte del emperador. Toma parte en el asedio de Pamplona y Zaragoza, y tras marchar Carlomagno de España, Permanecen en el alto Aragón asistiendo a los locales en su lucha contra los moros, (nuestros hermanos seguidores del credo de Alah, pero que no por eso son mejores ni peores que nosotros y a los que debemos permitir vestir burkhas y casarse o maltratar a sus múltiples esposas para que se sientan como en casa; a partir de ahora) disculpen la incorrección política. El caso es que, desde el año 780, y con una línea sucesoria ininterrumpida, han campado por las tierras de Huesca y es precisamente Pedro de Urriés, hijo de Don Rodrigo y primero de su nombre quien nos atañe en esta entrada.

  Mientras luchaba en la reconquista del Languedoc, se entera Pedro de Urriés que un temible caballero, tan grande, diestro y buen luchador que nadie se atreve a pelear contra él, ha acusado a la hija del Duque del Rosellón de deshonesta, poco casta y casquivana en general. Don Pedro, que no se sabe si ya estaba colado por ella, o si le caía mal este individúo, pide a su señor que le de licencia para retarle en duelo, y concediéndosela este, cruza armas y se bate en singular combate con el temible Franco. Tras un terrible combate, la furia aragonesa hace vencedor a Pedro, que además obliga a su contrincante a comerse sus palabras y confesar que todo lo que había dicho era falso. El conde del Rosellón, encantado de ver vengada a su hija (a ver quién casaba en la alta edad media a una hija deshonesta), le concede la mano a Pedro, y además (y no me negaréis que esto tiene mucho más sentido que en la versión catalana) mete sus dedos en las heridas del derrotado caballero, y sobre el escudo amarillo de Urriés, dibuja cuatro barras rojas de sangre, permitiéndole que, desde ese momento, sea su escudo y heráldica. Además, en honor a su valor, le bautizá como Jordán, nombre que la mayoría de sus descendientes utilizarán a partir de entonces.

    Corría aproximadamente el año 800 cuando estos sucesos tuvieron lugar, es decir, unos 50 años antes de que Wifredo el peludo diese sus primeros pasos, y prácticamente un siglo antes de su muerte en Barcelona, y de hecho, Gombal de Urríes, hijo de Pedro, luchó y murió en las campañas de este último.  Es por tanto bastante probable, que de buena o mala fé, y escuchando la historia de Gombal, Wifredo se apropiasen de la historia de Pedro de Urriés y la hiciese propia (es bien chula), o puede ser que dada la cercanía geográfica de las tierras de ambos señores (wifredo era conde de Urgel), este conociese la historia de los Jordán y la quisiese hacer suya. De lo que no cabe duda es que, ni en la tumba ni en ningún documento existente ni en ningún apartado histórico previo al siglo XV, aparece relatada la historia de Wifredo el velloso, mientras que la historia de los Jordán es bien conocida, y tanto en los archivos familiares, como en el Archivo de la Corona de Aragón, y el Colegio Viejo de Nobles de San Bartolomé de Salamanca aparece recogido y bien documentado. No solo eso, En la “Genealogía de la casa de Urriés”, el marqués de Velilla de Ebro afirma que Pedro Jordán de Urries, segundo de ese nombre y nieto del que antes hablábamos, está enterrado en el monasterio de San Jaun de la Peña en “ Sepulcro de honor y con epitafio y escudo de armas”. Desgraciadamente, no existen apenas imágenes de las tumbas de dicho monasterio, y sigo investigando este punto, que, de ser cierto, y corroborarse,  nos daría una prueba física real, además de las bibliográficas que, como he demostrado, son abrumadoras, y que sin el menor atisbo de dudas me permitirían afirmar que el escudo de las barras rojas pertenecía a la Familia Jordán de Urriés al menos cinco siglos antes de la primera evidencia escrita de la leyenda catalana de Wifredo. Eso sí. Prometo en última instancia visitar personalmente esa maravilla del Románico si no consigo una prueba antes, y constatar in situ que ese escudo existe; porque los maños de honor no mienten, y porque estoy convencido de que antes de que las barras de Cataluña fuesen llevadas por los peces del Mediterráneo, ya las vestían con honra en los altos montes de Huesca, muchos siglos antes.

  En fin amiguitos, pues un poco lo de siempre. El nacionalismo, como todo movimiento imperialista autoritario que se precie, necesita mitos. Leyendas. Heroes fundacionales que les llenen de amor al terruño y hagan creer al resto de sus ciudadanos que son distintos. Necesitan una epopeya propia y una historia local para poder distinguirse del resto de la nación a la que pertenecen y así venderles a los niños en los colegios que no son lo mismo. Y si no la tienen, se la inventan, y se quedan tan anchos. La verdad  no importa.  Es bien sabido por cualquier historiador de pacotilla como yo, que tradicional e históricamente la bandera de Barcelona ha sido la cruz de San Jorge, que es su patrón y mató un dragón. Toda la ciudad, en iglesias, edificios públicos medievales etc… está llena de ellas, y cualquiera puede verlo, pero, si  por el puro interés imperialista (recordadlo siempre, los nacionalistas son por definición imperialistas) tienen que borrar esa parte de su historia, lo hacen. Y si por su propio interés tienen que hacer coincidir su bandera con la de la corona de Aragón, pues lo hacen, y si por su propio interés, se tienen que inventar que dicha bandera es suya, y que los aragoneses se la copiaron, y que por lo tanto Aragón es parte de Cataluña y debe ser anexionada, pues lo hacen. Y se fuman un puro.  Como diría otro destacado Nacional Socialista, Adolf Hitler, “en la lucha, la verdad no importa, solo importa la victoria”. En este caso la lucha catalana pretende llevarse por delante la historia de la familia Jordán de Urriés. Si lo permitimos, y no les llamamos mentirosos a la cara, si no les rebatimos con argumentos ciertos e irrefutables todas y cada una de sus falacias, estarán un poco más cerca de la victoria. Eso, también está históricamente demostrado.