
(La cara de Errejón al comprobar que ya no es el niño preferido de Papa no tiene precio)
Pues aquí me tenéis de nuevo, amigas y amigos, una tarde más. Yo tan contento con un post preparado para colgar acerca de cualquier chorrada histórica, y la actualidad, como lleva sucediendo las últimas semanas, tirando de mi hacia otras cuestiones más acuciantes.
Como parece que estoy obcecado, dejadme aclarar una cosa antes que nada. No tengo una manía particular hacia los votantes ni los militantes de Podemos y marcas blancas sucedáneas. La libertad es ese espacio en el que todos podemos votar lo que queramos, los partidos gobiernan, y al pueblo nos dan por saco de una u otra manera. Creo que aquella frase del cantar del Mio Cid de “ Dios, qué buen vassallo, si oviesse buen señor!» , sigue de plena actualidad en España mil años después, y es verdad que somos un buen pueblo, somos buena gente los españoles, pero por alguna extraña maldición bíblica, tenemos unos dirigentes de lo más indeseables. De cualquier manera, lo dicho, no le tengo una particular manía a Podemos, pero de un tiempo a esta parte, están llamando la atención y espectacularizando la política a unos niveles que comienza a resultar, en mi humilde opinión, insoportables, y por eso, les estoy arreando más.
Se positivamente que, cual aluvión tropical, me van a llover críticas a diestro y siniestro por este post, se que esa pequeña minoría de censores, de nuevos inquisidores digitales que pululan por estas procelosas aguas de la red me vais a poner a caer de un burro. Irónicamente, aquellos que tienen la libertad universal y la hermandad de todos los pueblos por bandera estaríais encantados de que cerrase la boca y dejase de escribir. Pues bueno, sobre todo a aquellos que con distintos pseudónimos reincidís, qué queréis que os diga. Está claro que no os voy a apear del burro dogmático sobre el que cabalgáis, así que, dejad de leedme. De verdad. A terco no me ganáis, ya os lo digo, y entenderéis que a estas alturas de la película, no voy a cambiar por lo que me ladren cuatro (o cuatro millones, que pal caso) de comisarios políticos de turno, así que, dejadlo. Porque os advierto, yo de aquí, no me muevo.
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