Buenas tardes a todos, por convención social, supongo, y bienvenidos al nuevo orden mundial. Como os anunciaba hace apenas unos días, tenía un post escrito hablando de las maravillas y milagros del estado islámico. Os explique también cómo, en una acción de cobardía sin precedentes en mi, decidí dejarlo en la nevera, y no escribir lo que pensaba de esa banda de malnacidos indeseables, porque al fin y al cabo, a mi, personalmente, tampoco me habían hecho nada, y porque, en el fondo, por poco más, a los redactores de Charlie Hebdo los habían cosido a balazos en enero. Típico pensamiento gallina, no hay excusas. Y sin embargo, después de los dramáticos incidentes acaecidos este viernes en París, creo que es mi obligación (en realidad creo que es la obligación moral de todo el mundo, pero allá cada cual con sus cosas) escribir, opinar, decir lo que pienso. Este blog va de ser valiente, va de decir la verdad, le pese a quien le pese. Va de explicar las cosas como son, tenga ello las consecuencias que tenga. Va de no bajar la cabeza nunca, y sobre todo, de no permitir que algo tan ridículo y asqueroso como un terrorista con un Ak-47 lo silencie. Porque mi hija se lo merece. Porque vosotros, queridos lectores, os lo merecéis, y porque, a pesar del tiempo y los años que pasan, no sabemos ser de otra forma.