Etiquetas
Amor, dick turpin, Fortuna, Highwayman, Leyenda, Lucha, redcoat, valor, Verdad
Buenas noches, dudes, y buen arranque de semana. Espero que el lunes os haya sido propicio, que la semana os sea breve, y que el fin de semana que viene dure mil años y este lleno de cosas cuquis, y tartas de zanahoria, o equivalente masculino. El caso, he decidido que además de cuestiones históricas, os voy a hablar desde estas humildes hojas de mitos, leyendas, héroes, y demás cosas que los seres humanos creamos para explicar la vida. Voy a hacerlo, porque muchas veces son mas chulas que la historia real, pero sobre todo, porque en la mayor parte de los casos, la línea que separa la historia de lo mítico/legendario, es muy difusa. Uno no sabe donde empieza una y termina otra, y en ocasiones, solamente se diferencian en que unas fueron recogidas por hombres que no sabían leer o escribir, y pasaron en forma de canción, o poema, o relato, adornados y embellecidos, a la tradición folklórica de cada país. Bueno, tierra llamando a royo, ya paro. Lo dicho. Los mitos y las leyendas molan, y todas tienen una conclusión guay. Vamos con ellos.
Imaginaos viajando por un camino solitario, en cualquier lugar rural y apartado del sur de Inglaterra. Se pone el sol, y estáis cansados después de un largo día de marcha, empapados por la lluvia, helados por el frío, asustados, pensando que os toca pasar una noche al raso. Sabéis que no hay lobos en Inglaterra, pero, deja de llover, y escucháis un aullido lejano. Asoma la luna llena que atravesada por girones de nubes grisáceas, parece un velero que navega en el cielo infinito. Dobláis una curva del camino y ante vosotros aparece una posada en una encrucijada. Luz en las ventanas, humo que sale de la chimenea y conversaciones de gentes que llegan hasta vosotros arrastradas por el viento helado. Un tipo joven y apuesto, aunque con cierto aspecto siniestro, se despide de una joven de ojos oscuros que desde una venta del patio le lanza una mirada triste mientras se anuda un lazo rojo a su melena morena. De pronto, todo se desvanece ante vuestros ojos. Con un golpe de helado viento, la posada desaparece para convertirse en restos ruinosos cubiertos por hiedra y malas hierbas. El viento sopla de nuevo, mas fuerte si cabe. Sigue leyendo