Muy buenas noches, epatados lectores, y muy bienvenidos a esta nueva entrada de vuestro humilde siervo. Con gran gozo y satisfacción (aunque sin cazar elefantes) os anuncio que el fin de semana próximo me piro de vacaciones, y por lo tanto, ni la semana del 24 ni la del 31 habrá entrada, a menos que encuentre un dispositivo tecnológico apto para escribir en la costa gallega, y sobre todo voluntad de hacerlo…
Así, imbuido de todo el buen royismo del mundo, os voy a hablar de paz, amor, y muerte. Os voy a contar una historia que todos conocéis, la historia de un hombre bueno, que nunca dejo nada por escrito. La historia de un hombre, que seguido por un grupo de discípulos intentó por todos los medio cambiar la sociedad y el mundo en el que vivía, siguiendo los mandatos de un Dios. La historia de un buen hombre, que causó tanto miedo entre sus propios conciudadanos que terminó siendo condenado a muerte, y, aunque pudo huir, decidió quedarse y morir para dar ejemplo al mundo entero. Hoy, la apología de Sócrates de Jenofonte.