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Muy buenas tardes colegas, y feliz lunes en el infierno. Hoy me dejo de saludos y de historias, porque me toca hablar del liberalismo, en España,  y necesito toda vuestra atención, ya que, aunque sea paradójico, el liberalismo no existe (ni siquiera, como con Papa Noel (todo el mundo sabe que los reyes si existen) son los padres). El liberalismo floreció en determinados momentos en nuestra nación, para agostarse y morir asesinado, por las izquierdas cainitas, los nacionalismos llorones y las derechas suspicaces, que siempre le han temido. Básicamente, si hay algo que defina al liberalismo español es que tiene la capacidad DE SUFRIR LOS ATAQUES DEL RESTO DE GRUPOS POLITICOS y que NO EXISTE

 Existe tal confusión (mucha de ella intencionada), que para la mayor parte de este país, los liberales son unos tipos gordos que dirigen megacorporaciónes (con fotos de George W Bush enmarcadas en el escritorio)  y que quieren arrasar países tercermundistas para robarles su petróleo, y a la vez dejar que los más pobres de la sociedad mueran en la calle como perros si no pueden pagarse carísimos hospitales privados, en los que las mujeres adineradas se implantan senos a 5000€ el trozo de silicona. Así que, al final, o en un aparte para quien quiera leérselo, daré una pequeña explicación básica y algunos ejemplos que se entiendan, para dejar claro qué es lo que el liberalismo defiende, o los liberales. Recordad, el liberalismo, no existe.

   Cádiz. 1812. El origen. España está ocupada por Napoleón Bonaparte, y gobernada por su hermano, el déspota Pepe Botella. Los reyes Carlos IV y Fernando VII, se han plegado a los deseos del dictador corso, y en lugar de capitanear a sus ejércitos, o morir heroicamente por la nación y patria que gobiernan, son sus marionetas y se pasan el día tirándose los trastos a la cabeza y condenándose a muerte mutuamente para gran regodeo de sus captores. España, mientras tanto, huérfana de gobierno y ocupada, se debate inquieta sin saber qué hacer. Por un lado, los absolutistas, propugnan tan solo la vuelta del monarca y el «aquí no ha pasado nada», sigamos con la Inquisición y con el Rey mandamás, y los nobles sin pagar impuestos etc etc etc. Por otro, los afrancesados, aunque más modernos y abiertos, están manchados indeleblemente por su colaboracionismo con el régimen de ocupación francés, y aunque muchos de ellos quieren modernizar España, siguen siendo vistos como traidores.

En este contexto surgen los liberales. Ilustrados que deciden aprovechar el vacío de poder para crear la primera Constitución española, libre y democrática y generar así la primera revolución del siglo XIX en España. Reunidos en Cádiz, única ciudad de la península aún libre de los franceses, redactan firman y aprueban una constitución que trae algo realmente nuevo. El gobierno del pueblo. España deja de ser patrimonio de un monarca, y éste se convierte tan solo en árbitro de la voluntad popular encarnada en las cortes, y conformada por diputados elegidos democráticamente vía elecciones por todos los ciudadanos de la nación Hispana. Los primeros artículos de dicha constitución, no pueden ser más claros.

“ CAPÍTULO PRIMERO De la Nación española.

 Art. 1º. La Nación española es la reunión de todos los españoles de ambos hemisferios. Art. 2º. La Nación española es libre e independiente, y no es ni puede ser patrimonio de ninguna familia ni persona.

Art. 3º. La soberanía reside esencialmente en la Nación, y por lo mismo pertenece a ésta exclusivamente el derecho de establecer sus leyes fundamentales.

Art. 4º. La Nación está obligada a conservar y proteger por leyes sabias y justas la libertad civil, la propiedad y los demás derechos legítimos de todos los individuos que la componen.”

Ahí es nada, monada. De un plumazo y cuatro firmas, gigantes de la política española como Argüelles, Mejía Lequerica, Castelló, Lista o el Conde de Peñalver (no, no son solo nombres de calles, amigos, corresponden a personas que hicieron cosas grandes) se pasan por el arco el poder real, y otorgan al pueblo por primera vez en muchos siglos, la capacidad para gobernarse a si mismo. Cabe esperar que, encantados de la vida, las gentes de España, salgan a la calle entre risas y alborozo, y den piruetas saltos y cabriolas, peeeero, amigos, this is Spain.  Tras la liberación de España y la vuelta de Fernando VII, el pueblo entero se echa a la calle exigiendo la derogación de la constitución, y al grito de “Vivan las caenas” (frente al, “romped las cadenas que promulgaban los liberales”), piden la vuelta del absolutismo, de las desigualdades y del tribunal de la Inquisición. Aquellos mismos burgueses que de manera altruista (para muchos de ellos contraproducente, ya que les forzaba a perder privilegios de clase y a pagar impuestos), habían traído la libertad a España, son encarcelados, perseguidos, torturados, asesinados o exiliados. Tras la vuelta de Fernando VII, y con la connivencia de la mayoría de los españoles, los liberales son perseguidos y forzados al exilio, tan solo por pedir el poder para el pueblo y la abolición de la monarquía absoluta. Not Bad, eh?.

  2 de Enero de 1871. En una mañana fría (supongo que sería fría, aunque carezco del dato histórico, y me lo he inventado, de cualquier manera, si el dos de enero no hace frío en Madrid, ya me diréis) de invierno, Amadeo I (más conocido como Amadeo de Saboya) llega a España. Tras la expulsión de la Reina Isabel II (más que merecida, según mi opinión), unas cortes constituyentes deciden, por votación popular, dar el gobierno de la nación al hasta entonces Duque de Aosta.  Hijo de Victor Manuel II, gran reformador liberal de Saboya y unificador de Italia, educado con el gran Duque de Cavour ( prometo hacer un post sobre él, una de las figuras más relevantes y olvidadas del siglo XIX). Amadeo es traído a España para modernizar, democratizar y liberalizar un país arrasado por las guerras carlistas, y el desgobierno en general. Al poco de llegar, comprobó que no lo iba a tener fácil. Los monárquicos le odiaban porque le consideraban un advenedizo, y un traidor, dispuesto a privarles de sus privilegios, y a dar igualdad de oportunidades y derechos a todos los habitantes del país. Los republicanos, a su vez, le odiaban de manera ciega ya que, el mero hecho de haber aceptado una corona le hacía totalmente despreciable, y desatendieron ciegamente todas sus propuestas, que coincidían en la inmensa mayoría de las ocasiones con las suyas. Los carlistas le odiaban porque había decidido no quemar a más gente en la hoguera ni meter en la cárcel a aquellos que no fuesen a misa etc etc etc (cosas de los carlistas, ya sabéis…), y en general, solo los liberales (una minoría) le respaldaban por sus ideas progresistas y modernizadoras. Intentó sin éxito crear un tejido industrial que enriqueciese al estado, intentó, sin éxito, desarrollar el ferrocarril, intentó, sin éxito, ampliar los derechos y libertades de los ciudadanos, y mientras Francia, Italia, Gran Bretaña, o Alemania prosperaban y avanzaban hacia la unión y la prosperidad, gobernados por monarquías constitucionales en manos de gobiernos liberales, La España ciega, atrasada y oscurantista, se ponía de acuerdo para destruir al único monarca posible capaz de hacerla avanzar. Los republicanos, los socialistas, los conservadores, los monárquicos absolutistas y básicamente, todo el que pasaba por ahí, se pusieron de acuerdo para asesinar a Prim, y marginar a Serrano (la calle, no el jamón), y así dejar a los liberales aislados y en minoría.

 Tras un intento de asesinato, y dos años constatando de manera inequívoca que no había Dios que comprendiese un país al que se le da la oportunidad de avanzar, e insiste tercamente en perder el tren del progreso europeo, El bueno de Amadeo I decide pirarse de esta jaula de grillos, y dejar que nos matásemos los unos a los otros de la manera y bajo las siglas (generalmente terminadas en ISMO) que más nos placiese. Con su partida, el liberalismo español se desintegra, deprimido y sin animo, y queda atomizado y sin fuerza, reducido a determinados individuos que en un momento u otro de la historia de España han intentado, sin éxito, convencer a la gente de sus bondades, pero inexistente como opción política. Ya sabéis, Spain is así.

  Así que, amiguitos, ya sabéis lo que pasa. Todos estamos hartos de que nos suban los impuestos, todos estamos hartos de que nos recorten libertades sin sentido. Todos estamos hartos de que con prácticas de ingeniería social, nos digan cuántos hijos o no tenemos que tener, qué tenemos que comer o dónde podemos fumar.  Todos queremos que el estado nos de menos por culo, y nos deje más capacidad para elegir en qué invertimos o cómo educamos a nuestros hijos, pero a la hora de la verdad, y por miedo o “fanismo” acabamos metiendo la misma papeleta en la urna de turno. Nos encanta quejarnos de nuestros políticos, de lo corruptos o ladrones o cabrones que son, pero, a la hora de la verdad, desde que España es España, nos dedicamos a perseguir, denostar o marginar hasta hacer desaparecer, a los únicos que han intentado cambiar algo las cosas. Eso, amigos, también está históricamente demostrado.