Buenas noches a todos, amiguitos. Siento la ausencia prolongada (se que no podéis vivir sin mi), pero asuntos secretos me han mantenido apartado de vuestra compañía durante este par de semanas. Solo os diré que cierta tumba ha sido por fin “descubierta”, y cierto “objeto” ha sido finalmente “expropiado” de ella, y dentro de poco nuestro poder será innegable por… vamos, que he estado enfermo y viajando con la oficina, peeero aquí estoy de vuelta. Mientras sea el tiempo verbal, y no el sujeto lo que falle, no me separaré de vosotros.
Llevo bastante tiempo con historias modernas, y hoy me apetece volver a un clásico, así que brace yourselves, con uds tonight, el Bear Grills de la edad antigua, discípulo de Sócrates, coleguita de Platón y Alcibíades, caminante incasable, noble, fuerte, y sobre todo, con un espíritu a prueba de todo desánimo, reciban con un fuerte aplauso aaaaaaaaaaaaahhhhh Jenofonteeeeeeeeeee y su Anabasis (ovación cerrada del público, algún desmayo femenino, y por lo general, locura y alegría).
Jenofonte (o Xenofonte, como prefiráis ) nació en Atenas, cuando ser ateniense era mas molón que Mario Casas y Pittbull juntos. La ciudad estaba en su cumbre de poder y gloria, y todo el mundo (si, hasta los espartanos y los persas) la respetaban y temían. Las artes y las ciencias brotaban y florecían como veraneantes en las playas de Benidorm en el mes de Agosto, y por lo general, era el “place to be” de mediados del siglo V a.c., el sistema democrático mostraba al mundo todas sus virtudes y defectos (que por lo general no han cambiado en 2500 años), y la gente era muy feliz. Sigue leyendo