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barroco, Bathory, Dracula, Renacimento, Tempus Fugit, Transilvania
Buenas noches amigos. Es domingo. El sol se ha puesto, y vuestro bloguero favorito (¡ese soy yo! Yeah!) aguarda en su casa como Chtulhu en la vieja ciudad sumergida de Ryleh, durmiendo durante eones, esperando a que las estrellas se alineen. Ya sabéis lo que toca. Gran fin de semana campestre= Domingo en el que no me aguanta ni Santo Job = Elisabeth Bathory. Es lo que hay. Quiero agradecer, no obstante, y dejar dedicadérrimo el post de hoy (aunque no por la temática, desde luego), a la genial y virtuosa (y sobretodo hábil eligiendo sus lecturas) Marta Salcedo, autodeclarada fan de este blog (Que valor. ¡No lo digas en público por si acaso!), que ciertamente es mucho mas vuestro que mío. El jueves así quedó prometido, y un Lannister siempre paga sus deudas. ¡Un billón de gracias por los ánimos!, sin gente como tú, sencillamente no valdría la pena. ¡Ey! y también a su venerable, bella y sin duda generosa madre, la cual, según nos consta, también nos lee. ¡¡¡GRACIAS!!!. Sois el mejor público que nadie podría desear!!. Está históricamente demostrado.
Bueno, ya vale, que si me pongo de buen humor se me quitan las ganas de hablar de monstruos horribles. A lo que iba. Elisabeth (o Isabel, o Ersbeth, como prefiráis) Bathory. Nuestra amiguita de hoy nació en una de las mas poderosas, adineradas e influyentes familias de Europa Central en el siglo XVI. Fue sobrina del Rey de Polonia, y prácticamente nada sucedía en Hungría sin que su casa lo permitiese, o al menos supiese. Tuvo una infancia tranquila y cómoda, aunque para nada indolente. Recibió una formación extraordinaria para la época, y en un mundo en el que por lo general, ni los mas nobles sabían escribir correctamente, ella hablaba tres o cuatro idiomas. Se casó pronto y bien, con un aristócrata local, y aunque nunca (según ella mismas) fue demasiado feliz en su matrimonio, puesto que su marido paso media vida luchando en las guerras que asolaban Europa en aquella época, este nunca la trató mal, y su mayor “problema” vital consistía en tener que aguantar a su suegra, que se mudo con ellos tras la boda. Sigue leyendo