
Transmisión de emergencia, alguien me recibe? Repito; alguien me recibe? Emito desde la bola de fuego abrasada y cubierta de polvo que se llamó una vez Madrid. Prácticamente todo signo de vida despareció el cuarto día de infierno, y desde las ventanas de mi bunker solo veo una especie de zombis abrasados que vagan por las calles en bermudas sin destino aparente.
Dicen que en otros lugares, como la antigua Andalucía, la cosa es aún peor, y han abierto un túnel directo al infierno para que haga corriente, a ver si refresca. Solo algunos irreductibles galos sobreviven en el norte, pero las reservas de Estrella de Galicia se están agotando… El futuro es incierto, y si muero y alguien me encuentra, mi último deseo es que en mi lápida aparezca escrita esta pequeña oración. “Puto calor”. En fin… Seguimos con historias de cine, y hoy,dedicado a toda la gente que a diario se juega la vida en el mar, y en honor a todos ellos, vamos con La tormenta Perfecta.
20 de Septiembre de 1991. Frank William Tyne Jr. No lleva una buena racha. Tras dos salidas previas, las capturas del Andrea Gail, pesquero de 72 pies del que es patrón, son más bien parcas. La temporada en la costa de nueva Inglaterra ha sido buena, pero esa zorra esquiva que es la suerte, ha abandonado a Billy, y este sabe que si no la termina con buenos números, puede perder la confianza de su armador, y por ende, el mando del pesquero que dirige. Es un personaje del que no se sabe mucho, pero me gusta imaginármelo en una barra de bar, sopesando los pros y contras de sus siguientes pasos, mientras se bebe una cerveza. La temporada está ya demasiado avanzada, y las aguas de la península del labrador no son conocidas precisamente por su benevolencia y calma. La mayoría de los pesqueros ya ha cubierto cupo, y van a quedar atracados hasta el año que viene pero a Billy se le ocurre que si pudiese hacer una última salida, y volver con las bodegas cargadas, la falta de competencia y lo avanzado de la estación, haría que su pesca se disparase de precio en el mercado. Podría ganar mucho dinero. Por supuesto, también puede dejar la vida en ello, pero es un tipo arrojado y ambicioso, y decide salir a la mar.
Tyne es un tipo de Gloucester, de la costa de Nueva Inglaterra, y su gente lleva al menos tres siglos siendo famosa por cazar ballenas, pescar bacalaos, desafiar unas de las aguas más duras y difíciles del mundo y por lo general, llevar a cabo las mayores hazañas de la navegación comercial (y deportiva), desde que en el siglo XVII cuatro locos puritanos ingleses se decidieron establecer ahí. Son marinos extraordinariamente rudos y curtidos que no se hacen ilusiones. Saben que dos meses en el Atlántico Norte a esas alturas del año, pueden resultar letales, pero saben también, que un gran premio les puede aguardar si logran su objetivo, y siguiendo a su capitán, deciden hacerse a la mar. “…Entonces, la niebla se levanta. Y entonces sueltas amarras. Sales del canal Sur, pasas por Rocky Neck, cerca de la Isla Ten Pound. Te acercas a la altura del estanque Niles, donde yo patinaba de crío. Haces sonar la sirena y saludas al hijo del farero de la Isla Thatcher. Luego aparecen las aves: las gaviotas de espalda negra, las gaviotas argénteas, los pelícanos. Sale el sol, y navegas rumbo al norte. Navegas a toda máquina. Los chicos faenan y tú estás al mando. Eres patrón de un maldito barco de pesca. ¿Hay algo mejor en el mundo?”.
El “Andrea Gail” se pone en marcha, y navega rumbo a lo desconocido. El tiempo, durante las primeras semanas es optimo, y aunque se internan mucho más de lo habitual en el océano Atlantico, la suerte parece sonreír a Billy. En uno de sus informes de radio, comunica a una compañera patrón que faena cerca de él que ha dado con un gran banco de pez espada, y que va cargando las bodegas a muy buen ritmo, mejor que en toda la temporada. Durante un mes y medio, pescan sin descanso, y el tiempo y el mar parecen respetarles, sin embargo, esa calma tan anormal en esa época del año, está a punto de ser brutalmente perturbada por la que será conocida con posterioridad como “La tormenta perfecta de 1991”. Dos frentes, uno frío proveniente del polo, y otro cálido y húmedo del Caribe están a punto de chocar en mitad del Atlántico norte, y el “Andrea Gail” y su tripulación está directamente colocados en su camino.
El 26 de Octubre, después de llevar más de dos meses en Alta mar, saltan todas las alarmas a bordo del pesquero. La máquina congeladora se ha estropeado, y aunque las bodegas están llenas a rebosar de pez espada, tienen muy poco tiempo para virar y poner proa a puerto. Si no lo hacen, todo ese valioso pescado se pudrirá, y el esfuerzo y la campaña no habrá valido de nada. Simultáneamente, el parte meteorológico es recibido por el Navtex del buque, y el capitán Tyne toma conciencia real de la situación a la que se enfrenta. La tormenta más grande que haya conocido se acaba de plantar entre su posición y el puerto, y no le va a dejar pasar. En principio, la situación no es tan horrible como parece. Puede navegar un poco más mar adentro, y alejarse del temible huracán, tiene tiempo y margen de sobra, pero entonces, perderá toda la carga. El capitán maldice su suerte, una vez más el destino le ha jugado una mala pasada. Tantas cosas, la tormenta, la máquina de hielo estropeada, las pocas capturas en anteriores viajes… Parece que ese año todo está en su contra… Y se rebela. Según parece, habla con su tripulación, y los motiva hasta tal punto que deciden dar la vuelta y enfrentarse a la terrible tormenta, antes que perder su carga y su dinero. Los tripulantes se imaginan sus bolsillos llenos después de un año extraordinariamente duro. Se imaginan viajes en invierno, un coche nuevo, poder vivir cómodamente un año más, y después se imaginan volver a casa una semana más tarde, con las bodegas llenas de pescado podrido, y pobres. Pasar un invierno duro, sin dinero, viviendo de lo que las familias les puedan dejar.. . y todos a una, se dan la vuelta.
Del resto, poco se sabe. El 28 de Octubre, el “Andrea Gail” se pone en contacto por radio por última vez con el “Hannah Boden”, y le informa de que se dirigen a puerto, pero que la tormenta se ha metido en su camino. Reportan vientos de más de 80Knts (sobre 150Km/H, pero es que hablar en nudos mola, eh?), y olas de más de 10mtrs de altura. La última frase que Billy transmite por radio es lacónica, pero muy descriptiva del espíritu de la gente de Nueva Inglaterra. “»She’s comin’ on, boys, and she’s comin’ on strong” Algo así como, “Se nos echa encima, muchachos, y se nos echa encima con fuerza.” Después, silencio.
Durante días, los servicios de rescate intentaron en vano localizar algún superviviente, pero todo fue en balde, y el “Andrea Gail”, descansa en el fondo del mar con sus 6 tripulantes, que aunque perdidos por la ambición, nunca se dieron por vencidos.
Así que ya sabéis, colegas. Muchas veces me han criticado por que en estas páginas os aliento a no rendiros nunca, os animo a seguir adelante siempre, a pesar de todo, a pesar de todos. A no desfallecer jamás, y a sacar fuerzas de flaqueza para dar un paso más, solo uno, cuando ya pensáis que es imposible, y a seguir peleando hasta el final. No siempre, sin embargo, os he dicho que lo hagáis por algo que valga la pena, y eso es lo más importante. Perseguid vuestros sueños, matad y morid por ellos, pero que vuestros sueños valgan la pena. Que sea lo que sea que persigáis, sea algo digno de luchar por ello. Que sea digno de vuestro esfuerzo, no persigáis metas vacías. Más vale luchar a muerte por un imposible, que por algo que no os llene, que no os haga saltar de la cama todos los días con una sonrisa gigante, aunque hayáis dormido 4 horas. Luchad, pero por cosas bonitas, buenas y grandes, o como diría otro pequeño gran hombre del cine (esta te la dedico Alfonso Jordán de Urríes) “Pero hoy más que nunca lo veo con absoluta claridad. No hay nada mejor que gozar de los pequeños placeres de una vida sencilla. “
Para mucha gente, Billy y los tripulantes del Andrea Gail murieron porque les pudo la ambición. Murieron por que decidieron anteponer su seguridad y sus vidas a una posible ganancia económica, y al final, les salió mal la jugada. No lo se… lo que es indiscutible es que lo hicieron peleando contra la mar, una de las fuerzas mas poderosas e implacables de este planeta, y lo hicieron sino como héroes, si como auténticos marinos de Gloucester, y dignos hijos de Nueva Inglaterra. Eso, sin duda, está históricamente demostrado.