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Buenas tardes, aquí me tenéis de nuevo.  Las vacaciones me dejan mas tiempo libre, y además,  he tenido una semana de lo mas inspiradora (encerraos durante horas en un barco, y veréis cuanto pensáis, y como se os aclaran las ideas). Os voy a contar una cosa, colegas, porque se que sois de lo mas listos, y vosotros, a diferencia del resto del mundo (sobre todo si a estas alturas me seguís leyendo) lo comprenderéis bien. Soy un coñazo de tío. No hace mucho me llamaron Kamikaze, (y cosas peores), porque me jode que la gente se rinda, y me jode mas aún rendirme yo.  Hay como una especie de fuerza masoquista en mi interior que no me deja ver a alguien que ha perdido la esperanza en algo grande (la amistad, el amor, la fe…) sin lanzarme de cabeza a por él e intentar hacerle recuperarla. Es un estrés de vida, creedme, y muchas veces uno pierde el ánimo. Me encantaría bajar los brazos a mi también. Me encantaría poder rendirme de vez en cuando, pensar que todo es basura, lanzarme a por las cosas fáciles y sudar de las difíciles. Considero que la vida sería mucho mas sencilla de esa manera (ojo, no estoy diciendo que no sea el enfoque correcto, el tomar esa actitud, solo digo que en mi caso no funciona), pero claro, luego pienso: “que le digan a Cesar lo fácil que fue atravesar el Rubicón. Que le digan a Napoleón como fue de sencillo crear un imperio, preguntadle a Cortés, y que os cuente si estuvo o no chupado el acabar con el imperio Azteca con 300 hombres y un puñado de caballos, que os cuente V si fue sencillo acabar con el gobierno tiránico que se había establecido en Inglaterra.”. Tíos. En serio. Nada grande que se haya hecho en este mundo ha sido fácil. Nada. Si cualquiera de estos colegas hubiese dicho. “bah, es que esto no se está dando con facilidad, es mejor que ni suceda”, pues efectivamente, eso precisamente habría sucedido. Nada. Se habrían vuelto a sus casas y hoy nadie estaría hablando de ellos. Pero es que ellos no se rindieron,  y resulta que lo consiguieron. Es grandioso y fenomenal encontrar la satisfacción en los pequeños placeres cotidianos de la vida, y no hay nada que me guste mas, pero, lo que nos distingue del resto, lo que nos eleva sobre los demás, y al final, lo que nos hace merecedores de lo mejor, es nuestra manera de actuar ante las situaciones jodidas. No se vosotros pero yo he venido a este mundo a intentarlo, a pasar a la historia, y no como alguien que se rinde, sino como aquel que, cuando todos los demás dijeron que era imposible, fue y lo hizo.

Os cuento todo esto, porque de un tiempo a esta parte me han dado mucha caña con el tema de mis posts. Me critican (aunque me siguen leyendo, ¿not bad eh?), porque doy a entender que todo es posible, que la historia demuestra que con fe, valor y un poco de suerte, conseguimos lo que queremos. Al parecer vivo en un mundo irreal, y ni siquiera aprendo cuando la vida me enchufa un par de leches e intenta demostrarme que estoy equivocado. Y ya cuando saco a Churchill a relucir (es mi ejemplo de cabecera) siempre me contraatacan con la Francia ocupada por los Nazis. Me dicen, Francia, tío. ¿Qué paso?, la arrasaron y nadie puedo evitarlo. Así que, dedicado a todos vosotros, mis bien amados lectores, Francia, o España, o Irlanda. O como SIEMPRE hay esperanza, cuando uno no se rinde.

Imaginaos vivir en la Francia ocupada. Digamos a finales de 1941. La guerra ha terminado para vuestro país. Los nazis han aplastado al ejército francés (que supuestamente era el mejor del mundo) en poco menos de 6 semanas, y le han dado una paliza tal, que es como si ponen a jugar al Barça contra un equipo de cojos y ciegos (digo el Barça porque todo el mundo sabe que un club caballero, como el Madrid, se negaría a tal infamia). El mito de la invencibilidad alemana está en pleno auge, vayan donde vayan, consiguen lo que quieren, y arrasan a ejércitos enteros sin despeinarse ( ni arrugarse sus uniformes de Hugo Boss. Os he dicho ya alguna vez como molaban, ¿no?). El caso es que los alemanes se han quedado a vivir en el país, y no piensan irse, porque, ¿Quién les va a echar?. Y sin embargo, desde la distancia, el abandono y la soledad, desde la oscuridad y la sombra, un movimiento comienza a tomar forma. Muy tímidamente al principio, van cobrando fuerza, y de súbito, una mañana, los alemanes se despiertan para comprobar que un tren que tenía que llevar soldados al frente a descarrilado en su camino. La mañana siguiente, un general que iba de camino a una importante misión, es asesinado. Al día siguiente, los británicos obtienen los planos de un aeródromo secreto cuya información solo estaba en manos de un coronel nazi demasiado aficionado a los burdeles. Luego, podían desaparecer como por arte de magia durante semanas, hacer como que y no estaban, como que habían dejado de existir, para golpear de nuevo al poco tiempo y con la misma furia. La resistencia, amigos, la resistencia.

La resistencia, en cualquiera de sus apariencias (Maquís, I.R.A., guerrilla) surge como una respuesta espontanea e irracional a una invasión. No se ha dado en todas las invasiones, pero donde ha aparecido ha sido casi siempre efectiva, y definitiva. La conforman grupos heterogéneos de personas, la mayoría de ellos sin relación aparente, o antigua con el ejército, y con solo una idea en común. Dar una paliza a esos colegas que se han metido por la cara en su país, y echarlos a patadas de el. Por lo general, la ideología, se la que sea, es fuerte en esos grupos, pero es mucho mas fuerte un pensamiento sencillo. No nos vamos a rendir. Sencillamente, no vamos a hacerlo. No importa si vuestro ejército ha aplastado al nuestro. No importa si solo somos 4 locos con un viejo rifle, no importa el que seamos conscientes de que de igual a igual, nuestra victoria es imposible. Sencillamente no nos vamos a rendir, aunque nos hayáis demostrado de todas las maneras posibles que rendirse es la única alternativa razonable. El número de profesores en la resistencia es extraordinariamente alto, así como el de autónomos liberales (abogados, médicos…) y muy superior al de los militares. Es un fenómeno extraño, ya que son estas personas las que menos problemas tienen durante una ocupación bélica. Podrían volver a sus casas, a sus despachos, a sus clases, y vivir con cierta tranquilidad, nadie se metería con ellos, y sencillamente esperarían tranquilos a que todo se solucionase de una manera u otra.

La vida en la resistencia, es además extraordinariamente difícil. En el frente uno sabe donde están sus amigos, y donde están sus enemigos. Las lealtades a gobiernos, países, patrias, etc… están claras. En la guerrilla solo hay soledad y dudas. Cualquier nuevo miembro puede ser un infiltrado del enemigo, un delator. Cualquier colaborador apresado puede ser torturado, y confesar los nombres de la gente en la organización, las familias o seres queridos pueden ser hechos prisiones, o ejecutados, como represalia. No hay derechos humanos, ni garantías jurídicas, en la guerrilla, en la resistencia, se está solo. Es seguramente el peor estado posible al que se enfrenta un ser humano, y tiene consecuencias. El desgaste psíquico y moral es brutal. El decaimiento, constante. La pérdida de fe, casi diaria. La gente en la resistencia desconfía. Desconfía hasta de lo que cree, ya nada será igual, pero siguen luchando. ¿Cómo vamos a conseguir vencer? Parece imposible, y sus acciones, meras gotas de agua en un incendio gigante. Pero ahí radica exactamente su grandeza. La resistencia no tiene que vencer. Tiene que aguantar en su lucha el tiempo suficiente para demostrar al invasor que está equivocado. Que si se mantiene en su actitud, el coste va a ser demasiado alto. Es, por así decirlo, una demostración de que, “Yo tengo la razón, por eso lucho, y nadie me va a convencer de que estoy equivocado, aunque me tenga que enfrentar a las peores pruebas de mi vida”. Como diría Tom Mason en “Falling Skies” (si no habéis visto las dos primeras temporadas, no se a que demonios estáis esperando) “If we can hurt them, they’ll leave. History is full of inferior forces creating so much trouble that the invading army leaves. The Athenians at Marathon; the Scottish at Sterling Bridge; and our revolution fought right here. We can beat them”.

En su tierna, pero a la vez terrible “Et la lumière fut” (y a final hubo luz)  Jacques Luysserand un profesor ciego francés cuenta su experiencia en la resistencia. Como fue traicionado por sus propios camaradas, a cambio de salvar la vida, como vio morir a su mejor amigo, como fue enviado a un campo de concentración… En su libro pregunta en muchos momentos a otros miembros de su grupo porque luchan. Las respuestas suelen ser de lo mas sencillas, casi básicas. En muy pocos casos, (aunque se da) la gente lucha por motivaciones políticas, o religiosas. La gente lucha por recuperar aquello en lo que creían y les había sido arrebatado. Dar una opinión libre, salir a pasear por un parque con su mujer sin que los soldados les molesten, poder viajar,…Ser libres. Él, que se quedó ciego a los 8 años confesaba (lo siento, no es literal, no pude encontrar la cita), “Luché por lo que yo creía que era cierto. Nadie jamás me dijo que estaba equivocado, solo me dijeron que no valía la pena, que el precio a pagar era demasiado alto. Ahora puedo decir. Valió la pena”.

Así que, ya sabéis amiguitos. Mis adorables críticos parten de una premisa que es cierta. En ocasiones la vida, nos pone en situaciones, terribles. Situaciones en las que sencillamente la fuerza de las circunstancias es tal que nos arrastra. La derrota sucede, es imposible, literalmente imposible sobreponerse a ella, por mucho esfuerzo que pongamos en ello. Pero, lo que mis críticos no cuentan, y por eso, aunque su premisa sea cierta, su conclusión es errónea, es que casi siempre, o siempre, hay un camino. La derrota en muy pocas ocasiones es definitiva, a menos que nosotros queramos que lo sea. Son grandes momentos, si sabemos estar atentos, porque nos enseñan muchas cosas (por ejemplo, que aquello por lo que luchamos, en realidad, no valía la pena, o que la persona por la que peleábamos, en realidad es un autentico cretino), pero si creéis que lo vale, no convirtáis una derrota parcial en algo definitivo. Pelead, y hacedlo de tal manera que al final solo queden dos opciones, y no me importa si estamos hablando de la chati o chato de turno, de un marrón en el trabajo, o de una idea que creéis que es buena. Dadlo todo, y obligad a que los demás terminen por mandaros un papel en el que ponga “Vale por mandarte al carajo”, o “Vale por un día mas peleando a muerte”. Que no haya mas opciones que, terminar fusilado, o viendo la luz al final del túnel, por lo general, suele ser la segunda. Está históricamente demostrado.

Aux armes citoyens
Formez vos bataillons

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¿Top 10 de escenas del cine? Hell yeah!