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Buenas noches, dudes,  y buen arranque de semana.  Espero que el lunes os haya sido propicio, que la semana os sea breve, y que el fin de semana que viene dure mil años y este lleno de cosas cuquis, y tartas de zanahoria, o equivalente masculino. El caso, he decidido que además de cuestiones históricas, os voy a hablar desde estas humildes hojas de mitos, leyendas, héroes, y demás cosas que los seres humanos creamos para explicar la vida. Voy a hacerlo, porque muchas veces son mas chulas que la historia real, pero sobre todo, porque en la mayor parte de los casos, la línea que separa la historia de lo mítico/legendario, es muy difusa. Uno no sabe donde empieza una y termina otra, y en ocasiones, solamente se diferencian en que unas fueron recogidas por hombres que no sabían leer o escribir, y pasaron en forma de canción, o poema, o relato, adornados y embellecidos, a la tradición folklórica de cada país. Bueno, tierra llamando a royo, ya paro. Lo dicho. Los mitos y las leyendas molan, y todas tienen una conclusión guay. Vamos con ellos.

Imaginaos viajando por un camino solitario, en cualquier lugar rural y apartado del sur de Inglaterra. Se pone el sol, y estáis cansados después de un largo día de marcha, empapados por la lluvia, helados por el frío, asustados, pensando que os toca pasar una noche al raso. Sabéis que no hay lobos en Inglaterra, pero, deja de llover, y escucháis un aullido lejano. Asoma la luna llena que atravesada por girones de nubes grisáceas, parece un velero que navega en el cielo infinito. Dobláis una curva del camino y ante vosotros aparece una posada en una encrucijada.  Luz en las ventanas, humo que sale de la chimenea y conversaciones de gentes que llegan hasta vosotros arrastradas por el viento helado. Un tipo joven y apuesto, aunque con cierto aspecto siniestro, se despide de una joven de ojos oscuros que desde una venta del patio le lanza una mirada triste mientras se anuda un lazo rojo a su melena morena.  De pronto, todo se desvanece ante vuestros ojos. Con un golpe de helado viento, la posada desaparece para convertirse en restos ruinosos cubiertos por hiedra y malas hierbas. El viento sopla de nuevo, mas fuerte si cabe.

La leyenda del Highwayman surge en Inglaterra a mediados del siglo XVIII, y es exportada rápidamente a estados unidos, donde se le convierte en un patriota que lucha contra los casacas rojas, y hasta deriva a toda velocidad enlazando con la leyenda céltica de la Dullahan, para convertirse en el legendario jinete sin cabeza de Sleepy Hollow. (Véase Tim Burton, si os sentís un poco vagos, o léase el original de Washington Irvin, que mola).  Pero la original, es sin duda británica, y aún conciertas variantes, habla de un salteador de caminos, y de Bess (o Besty) la hija de un posadero (Elisabeth, cualquier joven virtuosa y bella del agro sajón, solo  puede llamarse así, según parece).

Él, joven y valiente hasta la locura, ambicioso, se las lleva de calle. Ella, morena, de ojos oscuros, dulce y tierna. El flechazo es instantáneo. Se conocen, y pronto, noche tras noche, el jinete aparece a diario por la posada del padre de Bess. El sol se ha puesto y no hay nadie fuera. Llama con su fusta en las contras hasta que ella abre la ventana. Suspiros, besis, y demás cursilerías que tanto gustaban en el momento, lo que pasaba en realidad, no lo dicen, pero al fin y al cabo, amor a cascoporro. Es una noche mas. Él  Monta un caballo negro, botas altas por encima de las rodillas, casaca de terciopelo rojo y tricornio con plumas a la française. Dos pistolas al cinto, y un estoque colgando de su cintura. Un dandi vamos. Se despide de ella, va tras una presa jugosa esa noche. Asaltará una diligencia, o robará a algún rico viajero que cabalgue solo por los oscuras sendas, es un salteador de caminos. Ella (como no puede ser menos), tiene miedo. Él le jura.” Volveré a ti, búscame cuando salga la luna. Cabalgaré de vuelta con la luna, aunque el mismo infierno se ponga en mi camino.

Toc toc,toc toc toc toc…  el trote de su caballo se pierde en las sombras.  Sin embargo, desde un rincón oscuro, Timmy, el mozo de cuadras, lleva noches espiándolos.  Está enamorado en secreto de Bessy,  pero sabe que nunca será suya mientras el bandido la siga rondando. Tiene un plan.  El día siguiente transcurre, y el jinete no aparece, cae la tarde, aún no ha vuelto, Bess, nerviosa cuenta las horas. Ya de noche, llaman a la puerta de la vieja posada, pero no es él, sino los soldados del rey Jorge, los casacas rojas. Sin mediar palabra se llevan al posadero, se beben su cerveza, y atan a Bess a una silla. Desde el exterior, la posada parece la misma, luz en las ventanas, humo saliendo de la chimenea, quizá algo menos ruidosa que otras noches, y sin embargo, dentro, una compañía de soldados esperan al bandido que durante años habían perseguido, y que se había burlado de ellos. Tim les ha delatado, y por fin le van a atrapar. Pasan las horas. Desesperada, Bess intenta desatarse, pero le han atado bien. Sangra por las muñecas del esfuerzo, y al fin logra soltarse los dedos de una mano, pero solo es suficiente para alcanzar el gatillo de un fusil que habían colocado entre sus piernas. Apuntaba justo a su pecho. Las horas pasan como siglos, los soldados, en silencio, esperan emboscados en las ventanas. El viento invernal aúlla como un espíritu mientras se cuela por las rendijas de las contras medio abiertas de la posada.

Entonces, arrastrado por ese viento, un rumor lejano de cascos se acerca. Muy apagado al principio, toc toc va cobrando fuerza poco a poco. Bess cree que es su corazón latiendo, pero lo distingue cada vez mas claro. ¿Es qué nadie excepto ella lo escucha?, la luna ilumina la cima de la colina a la que da su venta, y justo en ese momento, aparece el jinete. Los soldados atentos preparan sus armas. Aún está lejos, pero se acerca. Su silueta se recorta fantasmal bajo la pálida luz nocturna. Bess le mira por última vez. Cabalga como el viento directo a una trampa mortal. Coge aire, cierra los ojos y, con su mano libre, aprieta el gatillo del rifle apoyado contra su pecho. Dispara.

El eco del tiro resuena en la oscuridad. El jinete no sabe lo que ha pasado, pero se da la vuelta, y galopa hacia el bosque a toda velocidad. Vuelve a su escondite y deja pasar la noche, inquieto.  Solo a la mañana siguiente, descubre horrorizado que  Bess, la dulce hija del posadero, se ha disparado. Ha muerto para alertarle del peligro. La gente le cuenta que los soldados del Rey Jorge le estaban esperando, y que tiene que huir, pero él se niega. Monta su caballo negro, y con su casaca de terciopelo rojo cabalga como el diablo hacia la posada, sable en mano, y lanzando un grito terrible de desafío a los cielos, toma el camino al galope. Su capa vuela tras él, todo resto de cordura y lucidez queda atrás. Los soldados, aún emboscados, le ven llegar como un demente, Cabalga como el mismísimo infierno hacia ellos, y parece que las sombras avanzan tras él. Es una aparición de ultra tumba, y tardan lo suficiente en reaccionar como para que se les eche encima, y mate a un par de ellos antes de caer muerto a tiros en el camino.

Dice la historia, que en las frías noches de invierno, en cualquier rincón de la campa del sur de Inglaterra,  cuando la luna brilla y parece un galeón que navega en un mar de nubes, cuando el viento frío sopla como un torrente de oscuridad entre los árboles, y el camino es solo un rayo de luz que avanza entre el bosque negro, el jinete aparece cabalgando y llega a la posada. Silba una vieja canción, bajo una ventana del patio, hasta que Bess aparece por ella, y así están juntos, hasta que el sol vuelve a nacer, y vosotros, que visteis con vuestros propios ojos como de noche la posada había vuelto a la vida, penséis que solo fue un mal sueño que el día disipa como una sombra.

Amigos. Vivimos en un mundo que ha perdido todo lo que había de legendario en él. Internet, las webcams, los GPS, o la comida china a domicilio (que se yo a quien culpar) han supuesto un avance tremendo para la humanidad, pero se han cargado gran parte de lo que éramos. Hoy necesitamos técnicos informáticos, o vendedores de productos financieros a medio plazo, o en palabras de mi hermano pequeño, (y es literal, aquí a mi vera le tengo)” Lesbianas que estén muy buenas y estén dispuestas a montarse un trío con un tío”. Los héroes están de capa caída. Queremos oír a Lady Gaga, no a una vieja que nos cuente, frente a una hoguera, como el espíritu del jinete aparece en las noches de luna llena frente a la posada para estar así eternamente con su amada Bess y ¿sabéis qué?.

La mayoría de nosotros no la creeríamos, pero no lo haríamos porque nos parecería mas increíble el pensar que alguien esté dispuesto a sacrificar su vida por otra persona, que el que su espíritu se aparezca. Nos parece mas descabellado creer que un ser humano esté dispuesto a esperar durante meses, años, por alguien que le importa, a creer que bajo la luz de la luna llena, una posada se reconstruya mágicamente ante nuestros ojos. El sacrificio, la bondad, la heroicidad, solo sirven en tanto en cuanto nos ofrecen resultados rápidos (si son en pasta mejor). Han perdido su valor como ideas. Un heroe, hoy, es en el mejor de los casos, un loco, un Kamikaze, y la mera idea del sacrificio, de la espera, de la lucha desesperada y sin probabilidad de exito, es tomada como ridícula, en el mejor de los casos, o como estupida, en la mayoría (¿en serio?¿está haciendo eso?¿sin esperar nada a cambio?). Pues bien, amigos. Desde esta nueva sección, yo las reivindico. Desde aquí os digo: durante siglos, estas historias han movido el mundo, han dado valor a los cobardes, fuerza a los desesperados, han servido de inspiración a los que estaban perdidos. Durante siglos, los mitos han sido el espejo en los que nos hemos mirado para ser mejores personas, para saber que, en esta vida, o la siguiente, nuestras buenas acciones tienen recompensa, y que nadie escapa al castigo por sus malas obras. Leedlos con atención, y si entendéis y seguís los mensajes que nos transmiten, seréis recordados como héroes, y vuestras vidas serán cantadas por poetas dentro de mil años.